Por los últimos ocho años he visto, vivido e incentivado el crecimiento en la aplicación de prácticas sostenibles en la industria de la moda en América Latina. Un camino que ha sido de constante aprendizaje y entendimiento de su flexibilidad y actualización permanente. Nos hemos centrado, todos los que estamos empujando el carro, por así decirlo, en fortalecer el discurso de lo que es verdaderamente la sostenibilidad y su importancia en la creación de un mundo mucho mejor. Esto, llevado a una industria particular, de constante foco en la tradicional manera de hacer negocios basada solo en un rédito económico y en una superficial frivolidad, se convierte en un reto que va más allá del activismo.

En estos años, además, he tenido la fortuna de trabajar de la mano de empresas y pequeños proyectos en diferentes países de nuestro continente, entendiendo así las adversidades que realmente conlleva la vuelta a las raíces, a un sistema sostenible, a una justicia social y ambiental a través del acto de vestir y, por causa, de crearlo. Siendo honestos, la solución radical para lograr un cambio verdadero en nuestra forma de producir y consumir, es parar de hacerlo. Pero, también siguiendo esta línea, es difícil pensar que las empresas van a parar de un día para otro de producir poliéster, maquila, tintes, y todo lo que conlleva la industria textil y moda hoy, pues, recordemos nuevamente que nuestro sistema está basado en una pirámide capitalista absurda.

Ahora, también debemos traer a la mesa el feeling que genera la industria: la moda como concepto de expresión identitaria y hasta cultural. Desde siempre, pero aún más desde que el ready-to-wear se masificó, lo aspiracional empezó a ser base esencial del marketing y del aura de la moda, para así crearnos fantasías, inspiraciones y sueños, basados en el cómo nos hace sentir lo que vestimos y todo el universo que las marcas crean alrededor de sí.

La sostenibilidad como movimiento, perdió un poco ese sex appeal que la moda tradicional lleva adelante, lo que empezó a alejarle del público general para ser un discurso de nosotros, los activistas, los que ven la moda como un sistema transversal de impacto, y no solo en tendencias y sueños. Esto ha tenido como consecuencia que los usuarios no sepan interpretar los códigos de la sostenibilidad para llevarlos a su día a día, a su realidad y cotidianidad, sino que al revés, nos genere un poco de obstáculo.

Esta separación se puede desvanecer a través de una comunicación de las marcas de moda sostenible más sencilla, fuerte en el mensaje pero cercana hacia el usuario; y esto va desde la fotografía de moda hasta lo que vendemos. Hemos perdido el valor y las ventajas de un buen diseño para generar productos que sean atractivos para nuestro potencial cliente en el marco de la sostenibilidad. Este es el momento para adaptar nuestro discurso como activistas ambientales y sociales para atrapar al púbico desde el sentido de la vista hasta la experiencia de compra completa, generar un aura aspiracional que seduzca y convenza. De esta manera estaremos siendo balanceados, generando el triple impacto que tanto buscamos y además, logrando avanzar en una sostenibilidad compartida, escuchada y vitalizada en el sistema moda.

Finalmente, la aspiración a ser o estar, no debe pelearse con el propósito de querer hacer las cosas mejor en el mundo y procurar un bienestar interrelacionado para todos los seres. Aquí, entonces, la gran pregunta para cada uno de los creadores de esta industria es:

¿Qué aspiración queremos proponer?

 

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